Presentamos un recorrido cronológico por los autores andalusíes que destacaron en la ciencia gnomónica y/o astronómica/astrológica, con mención obligada a algunos autores árabes orientales en los que se inspiraron, y con referencia a los textos y tratados existentes y a las piezas gnomónicas localizadas hasta el momento, todo agrupado bajo cinco titulares que tratan de corresponderse con los cinco grandes periodos en los que hemos dividido la Historia General de al-Andalus.

La gnomónica en los primeros reinados

La necesidad del conocimiento de la hora en el ámbito musulmán, tras el desembarco de Tarik ibn Ziyad en el 711, se manifiesta desde el primer momento debido a que la práctica religiosa musulmana exige el conocimiento de exactos momentos del día y de la noche, en el primer caso señalados por la longitud de la sombra proyectada por una persona, pero todos asociados a ciertos preceptos y momentos de oración.

Igualmente para el establecimiento de determinados momentos del calendario, como el comienzo de la noche, del día y de los meses, era necesaria la observación de los cielos, del Sol, de la Luna y las estrellas.  Todo ello contribuyó al desarrollo de una ciencia astronómica de fundamento religioso –miqat[1]– que necesariamente se debió nutrir de expertos en Matemáticas y Astronomía, científicos que aportaron destacadas innovaciones teóricas y prácticas.

Aunque inicialmente la Matemática y la Astronomía desarrollada, se basó en los conocimientos cristianos y mozárabes, traduciendo al árabe El Libro de las Cruces, desde el reinado de ‘Abd-al Rahman I (756-788) se estableció contacto con la cultura islámica oriental transmisora a su vez de la tradición científica de raíz hindú y persa y griego-ptolemaica.  Este primer intercambio lo consiguió enviando a Oriente, entre otros al astrólogo, cadí y poeta Abbas ibn Nasih (m. después de 844) con el fin de conseguir la adquisición de libros con los que iniciar una biblioteca real, cuya existencia se confirma en tiempos del emir Muhammad y que continuó desarrollándose bajo la protección de al-Hakam II (961-976).

Monumento a al-Hakam II, situado frente a los baños del Alcázar califal de la ciudad de Córdoba
Monumento a al-Hakam II, situado frente a los baños del Alcázar califal de la ciudad de Córdoba

Se estaban poniendo los cimientos necesarios para el afianzamiento de una cultura científica a la que contribuyó de una manera destacada la decisión de varios de sus iniciales mandatarios en el apoyo de la cultura lo que unido a la estabilidad de los primeros tiempos de presencia árabe posibilitó el florecimiento de una ciencia propiamente andalusí, tanto en el ámbito matemático, que nos ocupa, como en otros campos del saber.

Otro ejemplo del necesario interés por la aplicación del cálculo a la religión lo encontramos en la Mezquita de Córdoba que comenzó a edificarse en el 785 siendo necesarios, ya entonces, expertos en la determinación de la al-qibla [2]  como  Hanas al-Sanam, quien tras la ampliación acometida en el 833 fue el encargado de calcular la dirección de su mihrab[3] con el desacierto de sobra conocido por todos. Al mismo autor también se le atribuye los cálculos de la al-qibla de la mezquita de Zaragoza.  

Más tarde ‘Abd al-Rahman II (821-853), elevaba a Córdoba a la altura de Bagdad y Damasco, convirtiéndola en capital intelectual de Occidente.  Según un anónimo magrebí en tiempos de este emir fueron introducidas las tablas astronómicas sindhind, de tradición india, con base a la redacción dada a ellas en el 830 por el astrónomo al-Jwaritzmi, quizás de la mano de Abbas ibn Firnás o por el anteriormente citado Abbas ibn Nasih.  Las tablas astronómicas eran necesarias para conocer el posicionamiento del Sol, y por tanto las entradas en un determinado signo zodiacal, de la Luna y de los planetas en un momento determinado.

Plano de la Mezquita de Córdoba en el que se aprecia el desvío con respecto a la al-Qibla
Plano de la Mezquita de Córdoba en el que se aprecia el desvío con respecto a la al-Qibla

Bajo el reinado de ‘Abd al-Rahman II, el poeta y cortesano Yahya ibn Habib, era conocido como Sahib al-munayqila, u “hombre del relojito”, posiblemente por ser el portador o constructor de una clepsidra[4] señal que desde el primer momento los relojes, en sus diferentes formas de construcción,  fueron utilizados por los antiguos andalusíes

Abbas ibn Firnás de origen bereber aunque nacido en Ronda y muerto en Córdoba en el año 887, fue un reputado astrólogo al servicio de ‘Abd al-Rahman II que permaneció como poeta de la corte cordobesa durante el emirato de Muhammad I (852-886).   Como obra más relevante de este, nos atrevemos a decir, precursor ¡en siglos! de Leonardo da Vinci pues intentó volar, añadiremos que representó en una habitación de su casa el firmamento, con nubes, estrellas, truenos y relámpagos, fue el constructor de la primera esfera armilar europea que regaló al emir ‘Abd al-Rahman II y de una minqāna o reloj anafórico, que la ofreció al emir omeya mencionado Muhammad I[5] y en la que figuraba una inscripción de cuyo contenido se deduce la existencia de relojes de sol y otros instrumentos astronómicos en su época -relojes de sol, astrolabios ¿quizás nocturlabios?- y confirma los orígenes religiosos de la terminación horaria.

Puente “Ibn-Firnas” construido sobre el río Guadalquivir a su paso por Córdoba. En primer término monumento erigido en recuerdo del poeta andalusí
Puente “Ibn-Firnas” construido sobre el río Guadalquivir a su paso por Córdoba. En primer término monumento erigido en recuerdo del poeta andalusí

Durante el siglo IX comenzaron a utilizarse las cifras árabes o numerales, se hace mención escrita por primera vez en Occidente a la brújula y es cuando comienza a despertar la ciencia y la tecnología en al-Andalus.  Asimismo nuevamente se menciona especialistas en el cálculo de la qibla.  Tal es el caso de Abu Ubayda Muslim ibn Ahmad ibn abi Ubayda al-Layt al-Balansi (m. 888), conocido como Sahib al-Qibla, o experto en la determinación de la alquibla[6], quien a pesar de su especialización en el cálculo religioso de la localización de la Meca cuyos conocimientos fueron adquiridos en Oriente, fue tenido por hereje, y como tal fue tratado por el literato Ahmad ibn Muhammad ibn Abd Rabbihi (869-940) quien le dedicó unos versos entre los que figuran los siguientes textos de especial dureza en el trato:

Dices que los seres están en una

esfera que los

envuelve y fija el destino

Que la Tierra es una bola que tiene el

cielo por arriba

y por abajo y que parece un punto

Que al ser verano en el hemisferio Sur es

invierno en

el Norte y viceversa

Pero ¿por qué diciembre es en San’a

y Córdoba y

septiembre es caluroso en ambos lugares.

Esto es una prueba y no mera palabrería

como la que tú

utilizas, que procede de leyes abstractas y

contradice la  lógica y los hechos.
Reproducción idealizada en posición horizontal de la balatā descrita por Qasim ibn Mutarrif al-Qattan
Reproducción idealizada en posición horizontal de la balatā descrita por Qasim ibn Mutarrif al-Qattan

A finales del siglo IX vivió en al-Andalus Qasim ibn Mutarrif al-Qattan (m. 915?), autor cordobés al que se le atribuye un párrafo del Kitab al-Hay’a, obra que se conserva en el ms. Istambul Carrullah, en el que se describe una ballatā o piedra rectangular con dos estilos situados en su ángulos “para saber las horas del día con exactitud” por lo que podríamos estar ante uno de los primeros tratados astronómicos andalusíes conservados.

El impulso califal

La labor cultural continuó a lo largo de todo el siglo X gracias al apoyo prestado por ‘Abd al-Rahman III (921-961) y su hijo al-Hakam II (961-976) quienes continuaron la labor cultural iniciada enviando copistas a Oriente (El Cairo, Bagdad, Damasco y Alejandría), llegando a reunir en Córdoba una biblioteca con más de 400.000 volúmenes, que incluían copias de las mejores obras de su tiempo.

Desde la instauración del califato omeya con el nombramiento en 929 de ‘Abd al-Rahman III como al-Nasir li-din Allah, la estabilidad en el territorio permitió el florecimiento cultural y la colaboración científica como la establecida entre el médico e historiador Arib ibn Said, obispo de Iliberis,  quien con la cooperación de Rabí ibn Zayd, el obispo mozárabe Recemundo, compuso alrededor del 960 el Calendario de Córdoba, que puede considerarse como el primer compendio que pretende resumir en un solo texto la información que sobre diversas materias ha sido aportada por las culturas que conforman la que ya dejó de ser incipiente y comienza a estar consolidada, cultura autóctona andalusí.

Del Calendario de Córdoba, del que se conserva una versión en árabe y dos traducciones latinas, una de ellas en la Catedral de Vic, se destacan las siguientes notas:

  • La cultura latina se encuentra representada en él en lo referente a la inclusión del santoral mozárabe y a la denominación de las prácticas agrícolas habituales en épocas anteriores, como los períodos de floración y fructificación de especies.
  • Asimismo se refleja en él la tradición cultural árabe preislámica en los pronósticos meteorológicos basados en los ortos y ocasos de determinadas estrellas, una especie de predicción basada en la repetición de determinados fenómenos meteorológicos a lo largo del año solar.
  • También aparecen referencias entroncadas con la tradición indopersa y griega.
  • Se aprecia una relación directa con la astronomía musulmana miqat, ya que se ofrecen varios datos directamente relacionados con los momentos de oración islámicos: la altura del Sol a su paso por el meridiano, la sombra que corresponde a dicha altura, la duración del día y de la noche y la duración de la aurora y el crepúsculo.
Embajada del monje Juan de Gorz ante ‘Abd al-Rahman III. Cuadro de Rodríguez Losada del Salón Liceo del Círculo de la Amistad de Córdoba.
Embajada del monje Juan de Gorz ante ‘Abd al-Rahman III. Cuadro de Rodríguez Losada del Salón Liceo del Círculo de la Amistad de Córdoba.

Con posterioridad a la redacción del Calendario cordobés y sobre todo como consecuencia de la creación de la Escuela de Maslama y de las observaciones y prácticas llevadas a cabo en Córdoba, Sevilla y Granada, fundamentalmente, la astronomía andalusí se erigió en cuerpo propio, incrementando los fondos científicos de creación autóctona, de los que, como veremos, sólo nos ha llegado una exigua pero importante muestra.

Abu-l-Qasim Maslamah ben Ahmad al Mayriti nació en Madrid y murió en Córdoba en el 1008. Fue llamado justamente «El Euclides de España», y dejó un gran legado escrito sobre la ciencia matemática y astronómica, entre los que destacan comentarios a la obra del matemático oriental al-Jwaritzmi, sobre el astrolabio, y otros temas. Maslamah, quien llegó a ser consejero de Muhammad ibn ‘Abd-Allah ibn Abu ‘Amir, (938-1002) más conocido como Almanzor, adaptó junto con su discípulo ibn as-Saffar las tablas astronómicas de Sindhind, introducidas como hemos visto en época de ‘Abd al-Rahman II.  De la original versión de al-Jwaritizmi sólo se ha conservado una versión traducida al latín en el siglo XII, de la copia hecha por Maslamah. En las tablas aparecen los datos referidos al meridiano de Córdoba y las fechas aparecen referidas al calendario lunar musulmán, empleando la hégira como punto de referencia en lugar del calendario persa de origen solar que aparecen en las tablas originales.

Los trabajos de Maslamah y sus discípulos, entre ellos los más destacados, Ibn al Samh y Ibn al Saffar, no sólo incluyeronel estudio de la tradición india, sino que se introdujeron en la astronomía tolemaica traduciendo al árabe el Almagesto y la Geografía de Ptolomeo .

Ibn al-Samh, nacido en Córdoba y fallecido en 1007, fue el autor de un tratado sobre el ecuatorio[7] utilizando en él parámetros numéricos derivados de Ptolomeo y de al-Battani.  También conocido como Abulcasim, y como al-Muhandis (el geómetra), se vio obligado a emigrar a Granada.

La corte de Abderraman III, según Dionisio Baixeras.1885. El cuadro representa a ‘Abd al-Rahman III recibiendo en Madinat al-Zahra a la embajada bizantina.
La corte de Abderraman III, según Dionisio Baixeras.1885. El cuadro representa a ‘Abd al-Rahman III recibiendo en Madinat al-Zahra a la embajada bizantina.

Escribió unos comentarios a los Elementos de Euclides y varios textos sobre el uso del astrolabio que fueron incorporados a los Libros del Saber de Astronomía de Alfonso X el Sabio.

Abu-l-Qasim Ahmed ibn Abdallah ibn Omar al-Ghafiqi, también fue conocido bajo el nombre de Ibn al-Saffar, (hijo de calderero) desarrolló su trabajo principalmente en Córdoba, aunque al final de su vida se retiró a la actual Denia donde murió en 1035. Fue el autor de un tratado sobre el astrolabio, del que desarrolló varios modelos y compiló tablas según el método hindú del Sindhind. Fue el autor de un comentario sobre la Geografía de Ptolomeo.  Introdujo en la astronomía mundial términos tales como acimut y cénit, nombrados por primera vez en su Tratado sobre el astrolabio. 

Reproducción idealizada en posición vertical del cuadrante cuya descripción se atribuye a al-Saffar incluido en el trátado de máquinas de al-Muradi
Reproducción idealizada en posición vertical del cuadrante cuya descripción se atribuye a al-Saffar incluido en el trátado de máquinas de al-Muradi

En el Kitab al-asrar fi nata’iy al-afkar, o Tratado de Máquinas, de Ibn Jalaf al-Muradi (siglo XI) que se conserva en la Biblioteca Medicea Laurenziana, de Florencia, figura un fragmento atribuido a Ibn al-Saffar, con un texto casi coincidente con el atribuido al autor cordobés Qasim ibn Mutarrif al-Qattan. Fue asimismo el autor del cuadrante encontrado en Córdoba, en el Camino Viejo de Almodóvar, del que sólo se conserva su mitad occidental.

Además de los discípulos de Maslamah ya mencionados, también queremos nombrar a otros que aunque de menor importancia histórica, también tuvieron un papel relevante como le ocurrió al hermano de Ibn as-Saffar, Muhammad, Abu Muslim ibn Jaldun, al Kirmani e ibn al-Jayyat.

El propio Ibn as-Saffar creó escuela teniendo noticias, como discípulos suyos, del astrolabista Ibn Bargut y de Muhammad ibn Said as-Sabban de quien se sabe que trabajó en Guadalajara y del que se conserva un astrolabio construido por él.

La mayoría de los relojes de sol localizados hasta hoy pertenecen a esta época.  Incluso uno de ellos, el que a nuestro parecer muestra el trazado de mejor acabado, y que fue localizado en un solar del Camino Viejo de Almodóvar, en la ciudad de Córdoba, está firmado por Ibn as-Saffar.  Sirva esta entrada para comentar la totalidad de los restos de piezas gnomónicas localizadas hasta hoy, las más antiguas conservadas del mundo islámico.

Firma del autor “Obra de ibn as-Saffar”    
Firma del autor “Obra de ibn as-Saffar”    
  • Un segundo reloj de grandes dimensiones, del que hasta hoy sólo se han rescatado dos piezas en sendas excavaciones realizadas en el entorno cercano al Alcázar califal de Córdoba, una expuesta en los Baños Califales y otra en el Museo Arqueológico de Córdoba.
  • En la ciudad palatina de Madinat al-Zahra, la ciudad de la flor, situada a unos 7 kms. al oeste de Córdoba se han hallado tres cuadrantes solares en el conocido como Patio de los Relojes.
  • En el Palacio de la Alhambra, en Granada, concretamente en el Museo de Arte hispano-musulmán, se encuentra expuesto un ejemplar que presumiblemente procede de Córdoba.
  • En el Museo de Almería existen dos piezas pertenecientes a un reloj de sol, localizada la más antigua en unas excavaciones realizadas en 1956 en un aposento de la Alcazaba de Almería, junto a la muralla norte.
  • En el Museo Arqueológico Municipal de Sagunt (Valencia) se conservan tres fragmentos de mármol grisáceo de lo que fue un cuadrante–calendario solar con algunas líneas e inscripciones en escritura nasji[8].

Los relojes comentados son descritos con más detalle en el apartado de este sitio denominado Los cuadrantes andalusíes.

Dibujos esquemáticos de la totalidad de cuadrantes solares andalusíes localizados
Dibujos esquemáticos de la totalidad de cuadrantes solares andalusíes localizados

Azarquiel y la Escuela de Toledo

La guerra civil mantenida desde 1009 a 1031 y la abolición del califato cordobés, obligó a muchos sabios y científicos a emigrar a otras ciudades más tranquilas. Valencia, Zaragoza, Sevilla y Toledo, fueron algunos de los lugares elegidos donde poder seguir desarrollando sus estudios y observaciones.

Precisamente en Toledo, el califa al-Ma’mun propició la creación de un grupo científico bajo la presidencia del cadí de la ciudad Abu al-Qasim ibn Said (1029-1070), quien dirigió un equipo de científicos, entre los que se encontraban ‘Alí ibn Jalaf, Ibn Burgut y Abu Ishak Ibrahim ibn Yahya al-Zarqali, también conocido como Azarquiel. Este último inició la confección de las Tablas de Toledo, consideradas como una adaptación de los trabajos de al-Jwaritzmi y de al-Battani, ya que contienen la misma información que éstas pero enriquecidas con un mínimo número de datos procedentes de la observación directa y la adaptación a las coordenadas de Toledo de los datos de aquéllas.

Imagen de Azarquiel en un sello postal
Imagen de Azarquiel en un sello postal

Las Tablas de Toledo fueron finalizadas por Azarquiel, nacido en Toledo en 1029.  Aunque sus comienzos fueron de simple constructor de instrumentos astronómicos, de ahí su apodo an-Naqqax (el artesano), poco a poco fue enriqueciendo sus innatas habilidades con el conocimiento adquirido, lo que unido a su natural ingenio le convirtió en el más destacado científico del grupo de Toledo, ciudad en la que permaneció hasta 1085, ya que tras la conquista de la ciudad por Alfonso VI, se trasladó a Córdoba, donde murió en el 1100.

Azarquiel está considerado como el más notable de los astrónomos: gran observador y con amplio conocimiento de los movimientos de los astros, construyó magníficos instrumentos de observación, entre ellos relojes de sol muy valorados aunque por desgracia no nos ha llegado ninguno de ellos. Junto con Ali ibn Jalaf confeccionó diversos astrolabios universales, instrumentos que fueron exportados y profusamente utilizados en Oriente.   Asimismo fue el autor de la obra Suma referente al movimiento del Sol, fruto de 25 años de observaciones.

Ecuatorio de Azarquiel y esfera armilar. Exposición La Ciencia andalusí. Fundación La Caixa
Ecuatorio de Azarquiel y esfera armilar. Exposición La Ciencia andalusí. Fundación La Caixa

Diseñó igualmente otros instrumentos de observación de una gran precisión, como un tipo de astrolabio denominado al Safíhah, o azafea, que supuso una mejora de los instrumentos confeccionados hasta entonces, porque podía usarse indistintamente en cualquier latitud al usar un tipo de proyección diferente a la habitualmente usada hasta entonces.  En el observatorio Fabra, de Barcelona, se conserva una azafea realizada en 1252 por Muhammad ibn Muhammad ibn Hudayl.

En el prólogo de la segunda parte del Tratado del uso de la azafea zarqaliyya. escrita por Azarquiel que se conserva en la Biblioteca Nacional de París, comenta en un breve pasaje los distintos instrumentos astronómicos en uso en su época, dividiéndolos entre los cuadrantes solares que denomina como instrumentos de sombra o sombríos (zilliyya) y los rayosos (su’a’iya). 

Astrolabio y láminas de Ibrahim ibn Sa‘id al-Sahli. Museo Arqueológico Nacional. Madrid.  Imagen: Antonio J. Cañones
Astrolabio y láminas de Ibrahim ibn Sa‘id al-Sahli. Museo Arqueológico Nacional. Madrid.  Imagen: Antonio J. Cañones

Por último decir que también Azarquiel fue conocido por un reloj anafórico construido por él, que le dio un gran prestigio y acrecentó su fama. Instalado en las afueras de Toledo, a las orillas del Tajo, se trataba de dos recipientes de agua que se llenaban o vaciaban de agua según la fase creciente o menguante de la Luna y mediante el que determinaba la hora del día y de la noche así como los días de los meses lunares.

Azarquiel tuvo numerosos discípulos, entre ellos Ibn al-Kammad, quien elaboró unas tablas astronómicas realizadas bajo la clara influencia de éste. Otro de sus discípulos fue Ibrahim ibn Sa‘id al-Sahli, quien primero en Toledo y después en Valencia construyó numerosos instrumentos astronómicos entre los que destacan astrolabios, de los que se conservan ejemplares en el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid, y en el Museo de Historia de la Ciencia, en Oxford, y globos celestes, que se exponen en el Museo de Historia de la Ciencia de Florencia y en la Biblioteca Nacional de Francia, en este último caso, atribuido a él.

Reproducción facsímil del Tratado de trigonometría esférica. Ibn Muadh. siglo XI. Exposición la Ciencia andalusí. Fundación La Caixa
Reproducción facsímil del Tratado de trigonometría esférica. Ibn Muadh. siglo XI. Exposición la Ciencia andalusí. Fundación La Caixa

A finales del siglo XI y comienzos del XII destacamos la presencia de dos matemáticos y astrónomos de importancia en al-Andalus.  Ibn Muadh al-Yayyani, cadí de Jaén, muerto hacia 1079, fue el autor del primer tratado conocido de trigonometría esférica en el que se encuentran por primera vez teoremas como los del seno, coseno, de Geber, de las cuatro cantidades, etc. Compuso las Tablas de Jaén., en las que entre otros contenidos, se describe el método de obtención de la línea meridiana o eje Norte-Sur, mediante el método indio –un gnomon con un círculo en el que se señalan los momentos en que la sombra de su extremo coincide con él- pero en el que aparece por primera vez en textos conocidos, una importante modificación que lo hace más certero.  El método consiste en el trazado de no uno sino de varios círculos concéntricos con lo cual se obtiene más precisión en el cálculo.

Abd al-Aziz ibn Abu Salt al-Andalusi, nacido en Denia y fallecido en Túnez tras emigrar a los 28 años a Egipto, es el autor del tercer tratado conocido sobre el ecuatorio y uno sobre el astrolabio.

Siglo XII: Época de intercambios

Durante el siglo XII y tras la ocupación de al-Andalus por los almorávides y almohades, los científicos pudieron desarrollar su labor sin demasiado obstáculo.  Sólo en ocasiones, los filósofos y en general los intelectuales que opinaban sobre temas religiosos pudieron tener problemas que les llevarían al destierro. 

Estatua de Averroes en piedra, junto a las muralla de Córdoba
Estatua de Averroes en piedra, junto a las muralla de Córdoba

Tal fue el destino que acompañó en algunos momentos de su vida al gran médico, filósofo y mejor científico Abu’l Walid Muhammad ibn Rushd, conocido como Averroes.  Nacido en Córdoba en el 1128, hijo y nieto de jueces, dedicó su juventud al estudio de la filosofía y la medicina entre otras ciencias. Desarrolló una intensa vida intelectual destacando sus obras en materias tan diversas como filosofía, matemáticas, música y  derecho. Como astrónomo hacia 1153 desarrolló observaciones astronómicas en Marrakech y escribió Kitab fi-Harakat al-Falak o tratado sobre el movimiento de la esfera. Fue otro de los autores árabes que resumió el Almagesto y lo dividió en dos partes: descripción de las esferas y movimiento de las esferas. Murió en Marrakech en 1198 aunque su cadáver fue trasladado a Sevilla, donde fue enterrado.

Otro destacado pensador y discípulo de Averroes, Musa ibn Maymun, Maimónides, médico, rabino y teólogo judío que nació en Córdoba en 1135 y falleció en El Cairo en 1204, y que ejerció una enorme importancia, como filósofo y religioso, en el pensamiento medieval.  La aportación de Maimónides y de Averroes a la astronomía fue destacada al contradecir, cada uno por su cuenta, los postulados expuestos por Ibn Bayya (1070-1138), Avempace, acerca del sistema mecánico celeste, quien a su vez refutaba las teorías de Alhacén (965-1039) quien se decantaba por la versión tolemaica del universo en lugar de la visión de las esferas homocéntricas de Eudoxo y Aristóteles, expuesta en su obra Configuración del mundo, traducida al latín y al romance en tiempos de Alfonso X. 

Estatua de Maimónides, en el corazón de la Judería cordobesa
Estatua de Maimónides, en el corazón de la Judería cordobesa

Maimónides fue el autor de varias obras de importancia entre las que se encuentra la Mishnab en la que en un breve comentario, escrito en judeo-árabe pero con caracteres hebraicos, se describe un Eben basa’ot o reloj de sol.  

En la misma época cabe destacar en el ámbito astronómico otros autores como Ibn al-Ha’im al-Ixbiliy, autor de unas tablas astronómicas, Ibn Yabr, autor de una obra sobre astronomía, Al-Ishbili abu Muhammad Yabir ibn al Aflah nacido en Sevilla y muerto hacia el año 1150, quien fue un matemático muy importante además de transmisor de toda la ciencia matemática precedente. Sobre astronomía escribió la obra Kitab al Hayah que fue traducida al latín y en la que incluye la primera descripción de un torquetum[9], cuya invención se atribuye a Reggiomontano.

Durante la época de dominación almohade se produjeron numerosos intercambios científicos entre Europa y África, como ya hemos visto, y Europa y Asía.  Ejemplo de esto último lo encontramos en Yahya ibn abi Sukr, astrónomo y matemático granadino que trabajó en Siria y en Maraga, capital del imperio Mogol al servicio del emperador Hulagu.

Otro destacado científico de la época fue Abu Ishaq nur ed-Din al-Bitrushi, conocido en Occidente como Alpetragius, que nació en Los Pedroches (Córdoba) y murió en 1204, y que publicó el libro titulado Kitab al Hayah o Libro de la Forma en el que se expone una nueva teoría relativa al movimiento de los astros. En su Tratado de Astronomía combatió la hipótesis de los epiciclos de Ptolomeo.

Por último citaremos a Abu ‘Alí al-Hasan al-Umawi Jalaf al-Qurtubi (m. 1206) ya que en su Kitab al-anwa’ o Tratado de astrometeorología,  aparece mencionado un reloj de sol cónico denominado mukhula.

Últimas producciones: el Reino Nazarí

Con la derrota almohade de las Navas de Tolosa (1212), el territorio en manos árabes, después de más de quinientos años de permanencia en buena parte del territorio peninsular, quedaba reducido al reino de Granada, que ocupaba esencialmente las actuales comarcas surorientales andaluzas y toda la franja litoral desde Tarifa hasta la parte occidental de Murcia.

La victoria cristiana acabó con tres siglos de avances científicos y tecnológicos experimentados en un territorio de extensión desigual que se constituiría en parte importante de la cultura científica venidera, representada fundamentalmente por Alfonso X, quien fue un auténtico impulsor del conocimiento científico y de la transmisión a occidente de los avances y descubrimientos de al-Andalus de los siglos anteriores.

Facsimil de los Libros del Saber de Astronomía, de Alfonso X el Sabio
Facsimil de los Libros del Saber de Astronomía, de Alfonso X el Sabio

Tras la diáspora motivada por la conquista castellana, se continuó con la actividad científica y astronómica, siendo buena prueba de ello la producción del sevillano Muhammad Ibn Fattüh al-Hama’iri, autor de dos tablas astronómicas y uno de los más reputados constructores de instrumentos astronómicos –alat– del siglo XIII.  De él se conservan catorce astrolabios, uno de ellos grabado en latón expuesto actualmente en el Museo Batha, de Fez, que fue construido en 1218 en la Mequita de los andalusíes, como consta en el dorso la propia pieza de 21 cms. de diámetro[10] y un segundo realizado en 1220 y del que sólo se conserva la red y el limbo[11], y que actualmente forma parte de una colección particular.

Durante los reinos nazaríes (1237-1492), y debido a la cierta estabilidad en que durante casi todo el periodo se mantuvo el territorio, se afianzó el interés científico iniciado en los siglos anteriores, aunque a un ritmo mucho menor que el desarrollado hasta entonces debido en parte a la diáspora intelectual del reino de Granada, migratoria a territorios de África y Oriente, donde continuaron desarrollando la ciencia astronómica base de la gnomónica.  Se tiene conocimiento de que el rey mogol Hulagu en Maraga quería redactar unas nuevas tablas astronómicas coincidiendo en el tiempo con el mismo deseo de Alfonso X.  Hulagu llevó a cabo su empeño gracias a la labor de Nasir al-Din Tusi  (1201-1274) quien compuso en Maraga las Tablas Iljaníes.   Junto a al-Din Tusi trabajaron numerosos astrónomos de diversas nacionalidades entre ellos Yahya b. Abi Sukr

Sala de los Reyes de la Alhambra
Sala de los Reyes de la Alhambra

Otro personaje célebre en su tiempo fue Muhammad ibn Ridwan ibn Muhammad ibn Ahmad ibn Ibrahim ibn Arqam al-Numayri, natural de Guadix. Estudió aritmética, geometría y astronomía, llegando a conseguir ser reconocido como sabio noble con mucho prestigio en su época. Fue nombrado qadi de su ciudad natal y de Purchena y escribió un libro sobre el astrolabio lineal, inventado por el persa  Saraf al-Din al-Tusi (m.1213). Murió en 1259.

Mantenemos desde el comienzo de este artículo que religión y gnomónica son conceptos que van parejos de la mano de la miqat.  Buena prueba de ello es la existencia de los muwaqqits o calculadores de la hora, que como en el caso de la Mezquita alhama de Granada, su astrónomo jefe fue Hasan ibn Muhammad ibn Baso (m.1316/1317), probablemente la misma persona que Ibn Bas al-Islami autor en 1274 de un tratado sobre el uso de un astrolabio universal, diferente a la azafea ideada por Azarquiel y que igualmente podía ser válido para cualquier latitud. El astrolabio de al-Islami ha de ser de grandes dimensiones y con láminas intercambiables sobre las que se han trazado multitud de horizontes.

Astrolabio expuesto en el Museo de las Tres Culturas de la Calahorra de Córdoba. Foto: Manuel Pizarro
Astrolabio expuesto en el Museo de las Tres Culturas de la Calahorra de Córdoba. Foto: Manuel Pizarro

La habilidad de Ibn Bas al-Islami, y también la de su hijo Ahmad ibn Hasan (m.1309) quien también alcanzó el puesto de muwaqqit de la misma mezquita, en la construcción de instrumentos astronómicos en general y de relojes de sol en particular, fue objeto de elogio y admiración por el historiador y polígrafo lojeño Ibn al-Jatib. Se han conservado varios astrolabios del hijo, uno de los cuales, construido en 1265, se encuentra expuesto actualmente en la Real Academia de la Historia, en Madrid.

La producción editorial conservada alcanza a Abu `Ali al- Husayn Ibn Baso (1250-1320) quien escribió la obra Risalat al- Safiha al-Yami`a li-Yami` al-‘Urud – Tratado sobre la lámina general para todas las latitudes, del que se hizo una edición del texto en árabe y su traducción al castellano.

Pero sin duda el personaje científico más destacado de toda la época nazarí fue Muhammad Ibn al-Raqqam al-Andalusí (h1265-1315), geómetra, astrónomo y médico, de origen murciano  aunque pasó buena parte de su vida al servicio de Muhammad II al-Faqih (1273-1302), en Granada. Fue uno de los grandes impulsores de la ciencia gnomónica en al-Andalus a lo largo de los siglos XIII y XIV. Fue el autor de un tratado sobre esta rama de la astronomía matemática denominado Risala fi’ilm al zilal  o Tratado de la Ciencia de las Sombras en el que, en 16 folios manuscritos, 44 problemas y 53 figuras, explica la forma de trazar todo tipos de relojes solares utilizando proyecciones no conocidas en al-Andalus, desarrollando la aplicación del método del analema para el trazado de líneas horarias.

Este “hombre único en su tiempo” según comenta Ibn al-Jatib, es asimismo autor de unas tablas astronómicas.

Cuadrante de cobre de al-Duhmani. Imagen: Antonio J. Cañones.
Cuadrante de cobre de al-Duhmani. Imagen: Antonio J. Cañones.

En época nazarí el interés y conocimiento científico debió ser necesariamente apoyado desde el poder gobernante. Abul Giux Nasr (m.1322), -Abu Agius- que fue entronizado rey de Granada en 1309 y depuesto en 1314, fue alumno de Ibn al-Raqqam  de quien recibió lecciones de Astronomía y Matemáticas, entre otras materias.  Ibn al-Jatib dijo de él: “Conoció en grado laudable la Astronomía; trazó hermosos almanaques, así como ingeniosos y correctas tablas e hizo con sus propias manos maravillosos instrumentos bajo la dirección del maestro e imam Abu ‘Abd Allah ibn al-Raqqam”.

En el Museo Arqueológico Nacional se conserva un cuadrante de altura construido en 1450 por Ahmad al-Duhmani[12]

Finalizamos la crónica histórica haciendo referencia al documento conservado en la Biblioteca Nacional de El Cairo con el título  Fasl fi wad’ al-sa’at ‘ala-l-musat’ahat, un breve tratado andalusí en el que aparecen descritos varios tipos de cuadrantes primitivos no documentados en otras fuentes [13]

Mayo de 2014


Notas

[1] Es una especialidad astronómica que trata temas con relación directa con el culto islámico, como el cálculo de la al-qibla, los momentos de oración, el momento del hilal¸ o cuando finaliza la luna nueva y da comienzo un nuevo mes musulmán, etc.

[2] La al-qibla es la dirección a la que debe dirigirse el rezo que según la tradición musulmana es La Meca, donde se aloja la Kaaba. La Meca es el centro mundial de peregrinación musulmana debido a las revelaciones divinas a Mahoma que señalaron esa ciudad como el lugar más sagrado de la Tierra. En los inicios del Islam la qibla se orientaba hacia Jerusalén, ya que en esa ciudad se encuentra el monte Moria, que fue donde el ángel de Alá detuvo la mano de Abraham cuando se disponía a sacrificar a su primogénito Ismael.

[3] Las Ciencias de los antiguos en al-Andalus.  Julio Samsó. Edit. MAPFRE.  1992.  Pg. 24

[4] Id. id.  Pg. 56

[5] Como se menciona en Clepsidras y relojes musulmanes, de Antonio Fernández-Puertas, El Legado Andalusí, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Granada, 2010, pag. 43.

[6] La Ciencia en al-Andalus, Juan Vernet, Editoriales andaluzas unidas. Sevilla, 1986.

[7] Se puede afirmar que el ecuatorio es un invento de origen andalusí, del siglo XI o anteriores, con el que se puede conocer el movimiento de los planetas y la posición de ellos en un momento determinado. Consiste en un disco sobre el que son situados diversas láminas correspondientes a cada uno de los planetas, siendo todas circulares salvo la correspondiente a Mercurio de forma ovalada.

[8]    Es el estilo de escritura caligráfica más básico, siendo clara y rápida al mismo tiempo y la más utilizada en los manuscritos.

[9] El torquetum es un instrumento astronómico con el que se calcula la posición de los cuerpos celestes ajustada a una hora y fecha concreta. Aunque fue descrito inicialmente por Ptolomeo en el siglo II, no fue hasta el siglo XII cuando se conoce la realización de un torquetum, tal como se describe en el Kitab al Hayah. Con posterioridad hubo otras descripciones, como la realizada por Regiomontanus, en el siglo XV, y que con posterioridad fue considerada, junto con los estudios publicados sobre trigonometría esférica, tenían fundamento en los trabajos desarrollados inicialmente por Yabir ibn Aflah.

[10] “Se constituyó en habus para merecer los favores y el perdón de Dios Supremo, en provecho de los minbar de la Mezquita de los Andalusíes de la ciudad de Fez, la protegida de Dios Supremo”

[11]    Colección particular, como se menciona en el catálogo de la exposición Al-Andalus, el legado científico celebrada en 1995 en Ronda, pg. 73.

[12]    Comentado en el Catálogo de la exposición Ibn Jaldún. El mediterráneo en el siglo XIV.  Auge y declive de los imperios organizada en Sevilla en 2006 por la Fundación Legado Andalusí.

[13]    Según D.A. King en su obra A Survey of the Scientifics Manuscripts in the Egyptian National Library.