Andalucía
Andalucía es una región fisiográfica e histórica situada en el sur de la península ibérica, en el extremo suroccidental del continente europeo, en una de las orillas del estrello de Gibraltar, paso marítimo entre el Mediterráneo y el océano Atlántico.
De una extensión de 87.268 km2 y una población en 2019 de más de ocho millones seiscientos mil habitantes, es, además, una entidad política -Comunidad Autónoma- que dispone de Gobierno y Parlamento propios perteneciente al Estado Español.
Ya en 2000-1000 AeC, tartesios y fenicios advirtieron su situación estratégica y enormes potencialidades agrícolas y mineras, poblando la actual Andalucía. Al paso del dominio de Cartago, siguió el de Roma, estableciendo en ella durante los siglos II AC al V EC, la provincia Bética con una próspera economía agraria.
En el siglo VI EC la visitaron los vándalos y los visigodos, y durante el siglo VI EC los bizantinos ocuparon parte de su rico y extenso litoral. En el siglo VIII comenzaría un largo periodo de ocupación musulmana convirtiendo a estas tierras –al Andalus– en el centro cultural y científico más importante del mundo en su época. En el siglo XI se desmoronó el califato andalusí, creándose numerosos reinos de taifas que poco a poco fueron cayendo bajo dominación cristiana, fundamentalmente en el siglo XIII. Sólo el reino nazarí granadino se mantuvo hasta finales del XV en que culminó la mal llamada Reconquista. La dominación cristiana se fue consolidando gracias a inmigración de siervos castellanos y de otras tierras peninsulares que ocuparon el lugar de los moriscos, expulsados definitivamente a comienzos del XVII.
El cambio del fructífero sistema agrario ideado en época hispano-musulmana en torno a la vega del Guadalquivir, cambió a otro fundamentado en el cultivo extensivo de grandes latifundios creados gracias al sistema de reparto de tierras habido entre los conquistadores. Dicho sistema configuró la desigual propiedad de la tierra estableciendo grandes diferencias sociales que fueron germen de abusos de poder y, en respuesta, de grandes revueltas campesinas durante los siglos XIX y XX.
Desde mediados del siglo XVI, Andalucía sirvió de puente comercial entre la metrópoli española y sus grandes centros de poder y las colonias americanas. Dicha circunstancia, por contra de lo que pudo ser, no contribuyó en exceso a su desarrollo económico ya que la actividad se concentró sólo en algunas de sus ciudades y el beneficio obtenido, sólo en algunas minorías.
Su estratégica situación de paso entre el norte europeo y el sur africano y entre el oriente musulmán y el occidente americano, ha favorecido su denominación como Puente entre Culturas, lo que ha modelado el actual ser andaluz.
Pero más allá de estas pinceladas acerca de su geografía e historia o de las subjetivas características que nos merecen sus habitantes, en Andalucía subyace una impronta cultural que resume las circunstancias que la conforman y la proyectan hacia un futuro que queda en manos de las personas que actualmente la disfrutan y la construyen día a día.
Por último reproducimos parcialmente algunos textos que, desde la pasión comprometida, la glosa vitalista o, simplemente, desde el punto de vista de un viajero, describen Andalucía.
Cuenta Chateaubriand que, al coronar Sierra Morena los Cien Mil Hijos de San Luis y descubrir la campiña andaluza, los batallones presentaron armas -sin poderlo evitar, sin orden previa- a la tierra maravillosa. Los Cien Mil, aparte de no pintar nada aquí y de ser demasiados hijos para un santo, ni siquiera tuvieron un gesto original: ya lo había hecho un tío segundo suyo -Fernando III primo de San Luis- al contemplar el «tibi dabo» radiante y feraz de Andalucía: un decorado abierto como una mano abierta, donde han representado sus brillantes o míseros papeles en la Historia tantas razas, tantas culturas, tantas religiones. Se excava aquí, y parecen rosadas piedras molineras árabes, ánforas para el aceite tartésicas, íberas o romanas, candiles de todos, las cenizas de los muertos de todos. Sobre esta gleba tanto han pisado los siglos, que los imperios pueden caer sin fragor, apenas levantando un poquito de polvo, como quien se echa a dormir simplemente una siesta. Andalucía, conquistadora de conquistadores…
Antonio Gala
Fragmento del discurso de prólogo de constitución del Congreso de Cultura Andaluza, pronunciado en la Mezquita de Córdoba el 2 de abril de 1978.
Existe la Andalucía de playa y chiringuito y existe la Andalucía de bosques neblinosos que parecen habitados por hadas y por duendes. Existe la Andalucía monumental y la Andalucía popular. Está la huella de Roma, la huella islámica, la huella fenicia… Está el Mediterráneo y el Atlántico. La duna y la nieve. El monte árido y el vergel. El jardín y el desierto. Y a todo eso, a ese fascinante rebujo, le damos el nombre de Andalucía: un solo nombre para designar muchísimas cosas.
Felipe Benítez Reyes
Del artículo «Mosaico del Sur», publicado en el diario «El País» el 21 de mayo de 2005
La gente es el mejor argumento de Andalucía, su invitación en carne y hueso al Sur. Junto a los andaluces siento un apacible vitalismo, una mezcla de ironía, prudencia respetuosa y libertad.
Luis García Montero.
Extraído del artículo «Un montón de motivos para viajar al Sur», publicado en el diario «El País» el 19 de junio de 2004
En Andalucía, higos, melocotones, manzanas, ciruelas y moscateles hacen las delicias de los turistas. Región fértil donde las haya, su amor por el agua llevó a los musulmanes a construir elaborados sistemas de riego. Así entre viñedos, olivares y naranjales, los profundos canales de agua y las norias árabes caracterizan su paisaje
Harry A.McBride
Publicado en la revista National Geographic en agosto de 1924