Volat irrevocabile tempus
Otho Vaenius, fue un pintor y dibujante flamenco de origen holandés, que vivió entre los siglos XVI y XVII y que es además autor de varias obras impresas(1) en las que utiliza los emblemas(2), entre ellas Theatro moral de la vida humana en cien emblemas, con el Enchiridion de Epícteto, y la Tabla de Cebes, Philosofo Platónico que es la que ha sido objeto de nuestro especial interés.
La obra impresa de este autor, maestro a su vez que lo fue del pintor Rubens, son expresión del humanismo de la época con base en los filósofos antiguos y en la doctrina cristiana. Los versos que acompañan a cada epigrama numerado tratan diversos temas, siempre en pos de la Virtud. En Theatro…, los emblemas giran alrededor de conceptos tales como la Disciplina, el Saber, la Amistad y el Tiempo, para finalizar con la Muerte como consecuencia del paso inexorable de aquél.
Pero es a partir del emblema “Volat irrevocabile tempus”, El tiempo vuela irrevocablemente, cuando se suceden otros epigramas referidos insistentemente a la Parca y que para mayor comodidad traduzco al castellano del latín original: La verdadera Filosofía es pensar en la Muerte, Vivamos de manera que no temamos la Muerte, Cuide el viejo de la fábrica de su sepulcro y no de su palacio, La hora de morir es incierta, Con la muerte todo se acaba, La muerte a todos iguala, La certidumbre de la Muerte, El camino de la Muerte es común a todos, La Muerte es inexorable o La Muerte es el último término de todo.
El tiempo dize verdades, Y nos indica en el Año, Que en nueftra vida es engaño Efperar eternidades. Buela ligero, y ligera Buela con èl nueftra vida, En fus tiempos repartida Del mifmo modo y manera Primavera es la Niñez, El Eftio, mocedad, Otoño, Virilidad, Y el Imbierno, la Vegez. Nadie pues le finja eterno, Y advierta que fuele hazer, La muerte con fu poder, De la Primavera Imbierno.
Pero nosotros nos detendremos a analizar el primero de los emblemas mencionados y que da nombre al presente artículo en el que se incluye el poema situado a la izquierda de esta lectura, compuesto por cuatro estrofas en redondilla, en el que el autor define el significado de las figuras que aparecen en el epigrama con las que expresa la temporalidad de la vida.
En página siguiente se nos muestra la ilustración intitulada BUELA EL TIEMPO IRREVOCABLE del que queremos destacar, en primer lugar, las cuatro figuras humanas -niñez, mocedad, virilidad y vejez- que van yéndose hacia el horizonte de la noche y que representan las cuatro estaciones que comenta la poesía(3).
En el ángulo inferior derecho aparece un ouróboro(4), o serpiente que se muerde la cola, con el que ha querido representar la infinitud del tiempo.
Pero la razón por la que destacamos este epigrama es la figura que aparece en su parte superior, un ángel con alas de mariposa que sujeta un reloj de sol.
Analizando más detenidamente este cuadrante, nos sorprende al tratarse de una pieza circular con números romanos del I al XII distribuidos a su alrededor como en un reloj de agujas pero en sentido levógiro, un círculo central dividido en ocho porciones y una varilla soportada por un pie, en su parte central.
Evidentemente no estamos ante un reloj de sol al uso, por la numeración, la distribución horaria, la ausencia de líneas horarias o la indefinición de su orientación, sino ante un elemento plenamente decorativo y simbólico, como todos los incluidos en el epigrama, por lo que no hay que hacer mayor tragedia del desatino en su diseño, pues el fin de su inclusión no era demostrar el trazado de un cuadrante ni mucho menos dictar nociones gnomónicas sino, simplemente, representar el “Buelo” del tiempo, su irrevocabilidad y su inconstancia representada por las alas de mariposa, gráciles y de movimientos desiguales. Todos estos objetivos han sido plenamente conseguidos con los elementos incluidos en la ilustración y los versos que la explican.
Una recomendable lectura de esta obra de Otto van Veen que en el siglo XVII, en una fusión entre poesía y pintura que atiende a los dos modos de captar la atención del lector, por medio del oído (el oral), y por medio de la vista (el escrito)(5), en una especie de anticipo de los actuales cómics, nos presenta una visión del mundo que, a pesar de los cambios y revoluciones habidas, aún pervive en una parte del tejido social del mundo occidental.
Esteban Martínez
Equinoccio de otoño de 2022
Referencia bibliográfica:
VAENIUS, OTHO. Theatro moral de la vida humana en cien emblemas, con el Enchiridion de Epícteto, y la Tabla de Cebes, Philosofo Platónico. Henrico y Cornelio Verdussen. Amberes, 1710, p. 169
Notas
(1) Además de la que a continuacón se menciona, «Divini Emblemata», «Amorum Emblemata» y «Quinti Horatii Flacci Emblemata», esta última conocida como «Emblemata Horatiana». Ver TORRES L, Fortuna literaria (Países Bajos y Francia) y Arquitectónica (Brasil) de los Emblemata Horatiana de Otho Vaenius (Siglos XVI y XVII), Universidad de Le Havre. Revista Imago, nº 2, 2013, p. 493-502 y BLANCO, E. Repertorio de libros de emblemas localizados en bibliotecas madrileñas. Literatura emblemática hispánica. Actas del I Simposio Internacional. A Coruña, 1994. Sagrario López Poza (ed.). Universidades A Coruña, 1996, p. 343-353. .▲
(2) Con los “emblemas”, láminas ilustradas que recogen un tema, acompañadas de comentarios versificados, se pretende representar la Doctrina Moral imperante en el siglo XVII. ▲
(3) Un comentario más detallado del significado de las cuatro figurillas se puede encontrar en la Tesis Doctoral de Carlos Esteven Secall, “La ciencia gnomónica en la España del siglo XVI: análisis, desarrollo y evolución de las técnicas horolográficas”, pp. 256 y ss., descargable aquí, que a su vez reproduce el texto incluido en LIPPINCOTT, K., El tiempo a trvés del tiempo, e Grijalbo ediciones. 2000, pp. 89. ▲
(4) El ouróboro es un símbolo del antiguo Egipto con el que se representa a Helio, el Sol, que aparece y desaparece todos los días por el horizonte hasta el día siguiente. Este mito fue transferido a través de los fenicios a la antigua Grecia y relacionado directamente con el mito de Sísifo que empujaba una piedra hacia arriba por una cuesta y que antes de alcanzar la cima, rodaba y debía comenzar de nuevo. ▲
(5) MORENO GARCIA A. Una lección sapiencial y ética para nuestros días: Los Epigramas de Diego de Barreda… Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Tomo XX. Trujillo, 2012. Pp 259. ▲
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